El kirchnerismo es un fenómeno interesante en si mismo. Ha dominado la política argentina en los últimos 7 años, partiendo prácticamente de la nada, apalancándose inicialmente en el peronismo bonaerense y luego generando su propia y caótica lógica de poder.
Claramente es un monstruo difícil de asir. Tiene claros genes peronistas, que se expresan en su salvaje vocación de poder, su desprecio por las formas, y su orientación discursiva sobre la felicidad del pueblo. Comparten sus militantes con los peronistas de siempre ese irreflexivo culto al líder que los hace defender todas sus decisiones sin mediar un análisis de las mismas y sin verse confundidos por sus contradicciones. Lo sorprendente es que ese culto no es, como en el caso del peronismo, hacia una figura carismática sino hacia alguien que estaría ternado sin dudas entre los tres políticos con menos ángel de la historia argentina. Estos genes peronistas son expresados en ese espacio mayormente por Aníbal, que como buen peronista se sube a cualquier tren que lo deje cerca del poder y defiende, con la habilidad del sofista mejor entrenado, cosas en las que no cree.
También posee algo de la izquierda burguesa, aquella a la que no le da la cabeza como para ser marxista, ni tiene ganas de perder ningún privilegio real, pero que necesita creer que forma parte de algún tipo de epopeya. La mejor expresión de este gen es Mr Tweeterman, un progre millonario que intenta espantar vaya uno a saber qué culpas con su pasado. Este gen es la cara más visible del kirchnerismo, pero no debe perderse de vista que es básicamente un ropaje, un artilugio discursivo y una forma de diferenciarse.
Luego está el izquierdismo intelectual entrista, que intenta dar contenido al significante vacío que para ellos es el kirchnerismo. Una especie de versión envejecida y algo triste de la misma generación que fracasó en su entrismo en los 70s. Estos señores, demasiado cómodos como para dedicarse a laburar en serio, demasiado viejos como para bancarse una tribuna, demasiado blandos como para ponerle el cuerpo a la gestión política, se conforman con juntarse a tomar café y escribir documentos autocelebratorios con la efusividad con que Marx escribió su Manifiesto, pero con casi nada de su talento. El exponente más notorio de este grupo es el profesor de filosofía Forster. Este grupo le provee al kirchnerismo de ciertas estructuras discursivas en donde enmarcar el conjunto de sus decisiones. Asombrosamente, hay también un componente sensible, conformado por artistas de todo pelaje, conductores de radio y TV, y otros inimputables, maravillosos muchos de ellos en sus oficios pero completamente desorientados al momento de articular sus ideas. Carne de cañón fácilmente utilizable por cualquiera que sepa manejar las palancas de sus sensibilidades en el sentido correcto. En cierta forma, muchos de estos individuos son miembros de la elite burgués progre que acompaña al gobierno como parte de su terapia grupal....
Los dos genes anteriores le permiten al kirchnerismo contar con una troupe militante variopinta, que mezcla profesores universitarios ávidos de relevancia con piqueteros ávidos de subsidios, con miembros de la clase media cuarentona con jovencitos desnortados con ganas de escandalizar a sus padres. Ese mix es casi una garantía de derrota en toda lucha política en el mundo moderno, cosa que los K saben (especialemente Nestor), lo que los lleva siempre a terminar volcando su gobierno hacia la pata peronista.
Sería fácil decir que el kirchnerismo es una forma más del peronismo, una de sus tantas caretas con las que se viste para aferrarse al poder. En otras décadas esa careta sirvió para enamorar a las clases medias de derechas; hoy enamora a las de izquierdas. Pero a diferencia del peronismo tradicional, hay muy poco de carisma en las formas, muy poco de consenso y mucho de centralismo. Centralismo no a la manera de Perón, que dejaba hacer y después arbitraba, sino a la manera de los dictadorzuelos latinoamericanos o africanos de antaño, que concentran todo en ellos y su grupo cercano de familiares y amigos. Ese componente anacrónico de sus prácticas políticas los lleva a cometer errores y persistir en sus errores y a rodearse de gente cuya principal virtud es el silencio o la adulación. Desde la izquierda podría decirse que se trata de un bonapartismo, como Sebreli en su momento clasificó al peronismo original, cosa que tampoco es.
¿Qué tienen en común todos estos "genes" del kirchnerismo? Principalmente que se trata de grupos minoritarios, cuya única chance de estar cerca del poder es subirse al colectivo Kirchner y aferrarse al mismo aunque la mitad del pasaje y los conductores no sean de su agrado. Ese grupo adolece de la misma heterogeneidad de la que se acusa a la oposición, pero a diferencia de ella se disciplina ante un solo liderazgo. Obviamente esto no es poca cosa. Pero esta característica permite prever que poderosísimas fuerzas centrífugas dispersarán a este grupo cuando Kirchner pierda el poder. Pero mientras tanto ese grupo tenderá a abroquelarse en posiciones cada vez más rígidas y se volverán cada vez más susceptibles a la menor sospecha de traición o defección. Esta paranoia no hará más que potenciar la probabilidad de reaccionar por reflejos condicionados en lugar de a través de una reflexión meditada. Y eso no hará más que aumentar la tasa de errores, pasos en falso y justificaciones ex post.
6 comentarios:
muy preciso en las pinceladas de su retrato, Postino.
Interesantes reflexiones, Postino.
Me gustaría que algún día nos comentara qué pensadores locales de la izquierda le parecen 'serios', mi lista no es enorme pero por ejemplo respeto mucho a Sergio Caletti (porque el tipo sabe en serio), y aunque me parece que ha fallecido el Tico Vazeilles era impresionante tanto en lo intelectual como en la pasión por la historia.
Lamentablemente la derecha tampoco tiene luminarias de gran talla, Lopez Murphy se me viene a la mente inmediatamente, y algunos profes de la UCES (Vázquez) y de la UADE merecerían formar parte de think-tanks en vez de pasar tiempo entre aulas y consultorías.
Pero tal vez podamos acordar que intelectualmente estamos en el freezer en ambos lados del espectro ideológico. Veo a Gran Bretaña, a Chile, a Brasil y mal o bien el tea party en USA y encuentro evolución o al menos un replanteo profundo.
No lo veo en Argentina, salvo algunos destellos de Martín Sabatella por el carril izquierdo y Patricia Bullrich sorprendiendo por la centroderecha.
Saludos.
(Llego tarde). Buen comentario, Postino, estoy de acuerdo en general. Tal vez faltó alguna alusión al componente sindical (la alianza con Moyano, bah), una característica que el kirchnerismo comparte con el peronismo tradicional, así como con el menemismo (al que también veo como un emergente del tronco original que tuvo su propia lógica de poder).
En cuanto al comentario de Manitoban, si bien se podría agregar a algunos pocos personajes a su lista, hay que convenir que nuestros políticos difícilmente hayan leído algo más que una encuesta (y eso, restringido a su primera página). De muchos, hasta dudo de los títulos universitarios que poseen.
Saludos.
“Los Kirchner necesitaban absolutamente a las Madres y Abuelas para legitimarse y presentar un rostro y manos pulidas, tanto adentro como afuera del país. Muchos ciudadanos también necesitaban esta reivindicación moral, para hacer olvidar la historia de un pueblo que en menos de veinte años había aplaudido el derrocamiento de dos presidentes elegidos, votado un par de veces a quien había indultado a los represores y apoyado en las urnas el llamado desguace del Estado.”
Este párrafo, de Tomás Abraham, me permite decir mejor que yo lo que me produjo su texto.
En resumen, no creo que haya que cargar tanto las tintas (como lo hizo con su divertido bisturí) sobre la progresía. Lo haría sobre nuestra manera de construir la historia con matriz trágica.
Todo el tiempo tenemos que librarnos de mentirosos que usan en su provecho el “camino de liberación” sin que eso nos haga reflexionar sobre si tal camino nos lleva a algún lado.
Muy bueno lo suyo, Postino.
Un abrazo!
Estimados,
en Argentina el nivel del debate político es bajo, anticuado, trivial y estéril no por falta de inteligencia sino porque desde el poder se establece una discusión sin sentido sobre cosas que no se discuten en ningún lado
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