Si hay un libro que ha cambiado el mundo, es probable que La República de Platón sea esa obra. Se lo considera la obra cumbre de Platón como filósofo y escritor, parada entre los tentativos diálogos previos y las menos sólidas especulaciones cosmológicas posteriores. A lo largo de los siglos ha sido más comentado, más sujeto a desacuerdos apasionados, que cualquier otro de los libros fundadores del mundo moderno. La historia de las lecturas de este libro es en si misma una disciplina académica, con capítulos especializados en casi cda episodio en la historia de la religión y la literatura de los últimos 2,000 años.
La historia de Platón y su influencia en la filosofía es otra disciplina en si misma, ejercida por gente como Filo Judaeus, Macrobio, Porfirio, Pseudo-Dionisio, Erígena, y otros más conocidos como Plotino, Agustín y Dante. A veces el Platón del que se discute es el autor de otros textos, especialmente del Symposium o del Timeo. Pero La República siempre anda cerca.
Cuaquiera que escriba sobre estoe temas debe ser conciente de que hay una audiencia enorme y exigente, fantasmas criticones que revisarán cada omisíón o simplificación. Muchos de ellos son los fantasmas de los más brillantes lingüistas, eruditos, filósofos, teólogos e historiadores de sus épocas. Durante siglos La República ha sido tema obligatorio en la currícula de filosofía, y estos académicos no toman muy a gusto que los extraños se metan en sus terrenos sagrados.
Platón escribió su filosofía en la forma de diálogos, lo que requiere de distintas voces y del flujo de la argumentación. El Sócrates héroe de estos diálogos y Platón, son figuras cambiantes, que admiten muchas interpretaciones: "Es bien sabido que Sócrates tenía el hábito de ocultar sus conocimientos o sus creencias; y que Platón aprobaba ese hábito," decía San Agustín. Una forma de ver esto es que Platón, y quizás Sócrates tenía doctrinas que enseñar, pero que por alguna extraña razón preferían develarlas sólo parcialmente, un pedacito a la vez, en una especie de striptease intelectual. Esta argumentación ha sido usada en ocasiones por comentaristas poco profundos que se enamoran de los misterios esotéricos sólo aptos para iniciados, entre los cuales ellos imaginan estar...
La forma correcta de interpretar la frase de Agustín es que Platón sentía que la filosofía consistía más en hacer que en absober un cuerpo estático de doctrina. Es un proceso, no un producto. Socrates es el gran educador, y aquellos que venían a él serían oyentes e inquisidores, participantes en la conversación, y deberían arrojarse a los laberintos del pensamiento. La recepción pasiva de estas palabras no serviría de nada, y este fue uno de los grandes errores de los oponentes de Platón, los sofistas, que cobraban por impartir lo que vendían como sabiduría práctica (parecen los antecesores de los autores de textos de "autoayuda", ¿no?). Al final del diálogo Fedro, Socrates hace un discurso despreciando la lectura de filosofía como una opción mala a filosofar. Otra gente hizo el mismo punto mucho después. Schopenhauer describe el leer como un mero substituto a pensar por uno mismo y, citando a Goethe: "Lo que hayas heredado de tus antecesotes, debes primero ganartelo para ti, si quieres poseerlo."
Esta insistencia en "meterse" está en línea con la adopción del diálogo como forma literaria por Platón, en la cual diferentes voces son escuchadas, y es el ida y vuelta de los argumentos más que cuaquier conclusión lo que nos ayuda a expandir nuestra mente mientras lo leemos. La filosofía, de esta manera, consiste en descubrir las cosas a través del diálogo y la discusión ("dialécticamente"); cuaquier cosa leída posteriormente puede, en el mejor de los casos, ser un recordatorio del entendimiento logrado en este proceso.
Esta concepción dramática de lo que buscaba Platón es lo que lo hace más difícil de criticar. Uno puede rechazar una de sus conclusiones, pero es más difícil rechazar el proceso de expansión de la imaginación, casi tan ridículo como sería rechazar una obra de teatro. De hecho, este parelelismo no elimina las críticas sino que las incentiva. Durante estos "dramas" platónicos, hay tesis que son definidas y refutadas, se elaboran argumentos y se persuade a personas. A veces la obra termina en una aparente conclusión. Y en todos los casos es correcto preguntarse si estas tésis, argumentos y conclusiones son válidos. Hacer esto equivale a tomar parte de la obra o a entrar en el campo dialéctico, precisamente la actividad recomendada por Sócrates y Platón.
Pero Platón y su República tienen sus detractores. En la pintura La Escuela de Atenas de Rafael, Platón y Aristóteles están en el medio de la escena, pero mientras Aristóteles apunta a la tierra, Platón apunta hacia el cielo. Coleridge decía que todos nacemos o Platónicos o Aristotélicos; siendo Platón un comerciante de abstracciones mientras que Aristóteles es el hombre empírico, práctico que enfrenta las cosas tal como son en el mundo. Coleridge creía imposible que alguien nacido Platónico se volviera Aristotélico y viceversa.
Gran parte de la República pude ser leída como una versión ligera de Platón. Son partes que pueden leerse sin importar nuestra actitud hacia la metafísica de los capítulos centrales, especialmente esa parte que todos recuerdan, el Mito de la Caverna. En una buena interpretación, está lejos de sugerir un visión "volada" nacida de iluminaciones divinas. De hecho, no es más que un alegato sensato a favor del tipo de entendimiento del mundo real que la ciencia y las matemáticas nos ofrecen dos milenios después. Quizás Platón ha sido traicionado por los Platonistas, un destino no poco común entre los grandes filósofos.
Pero hay otras razones, menos doctrinarias, por las que la influencia de La República debería sorprendernos. Es una obra larga, abarcativa y con muchas vueltas. Sus argumentos van de los típicamente flojos a otros que tienen el tipo de liviandad que hace que muchos de sus intérpretes ni siquiera se den cuenta que son argumentos. Su teoría de la naturaleza humana es fantasiosa y hasta parecería inconsistente. Sus implicaciones políticas son bastante desagradables y a veces hasta horrorosas. En la medida en que Platón tiene un legado político, éste incluye la teocracia, el militarismo, el nacionalismo, la jerarquía, el antiliberalismo, el totalitarsmo y el desdén absoluto por las estrucutras económicas de la sociedad, creadas en su caso por la propiedad de esclavos. En La República se afilia al más estático conservadurismo y a la vez al más volado pensamiento utópico. Y encima de eso, la teoría del conocimiento desarrollada en el libro es directamente un desastre. Su intento por demostrar que el individuo moral y sólo el individuo moral es feliz, es en su mayor parte una suma de truquitos elaborados.
En la medida en que hay un componente estético asociado a Platón, no es uno en el que caeremos fácilmente, a menos que hayamos absorbido demasiado de él como para no caer....porque corresponde a un mundo que ya no existe.
Una sorpresa para alguna gente es que al escribir La República Platón traicionó a su maestro Sócrates. Sócrates es el primer y más grande de los héroes liberales, de los mártires de la libertad de pensamiento y expresión. Para gente como John Stuart Mill y George Grote - pensadores liberales y utilitaristas - este era el verdadero Sócrates, el espíritu eterno de la reflexión, la crítica y potencialmente la oposición al estado. Pero en La República es un dogmático duro, más que el espíritu abierto, paciente e inquisidor que sus admiradores aman. Se lo muestea como el vocero de una sociedad represiva, autoritaria, estática, jerárquica, en la que todo (incluyendo las relaciones sexuales y el control de la natalidad) es regulado por las clases políticas, que mienten en forma deliberada para lograr este propósito. Platón nos presenta un sistema social en el que el liberal Sócrates habría sido ejecutado mucho más rápidamente que en la democracia ateniense. En La República el liberal Sócrates se vuelve vocero de la dictadura. Al presentar esta imagen Platón hasta se traiciona a si mismo, pues habiendo sido un poeta pide que los poetas sean prohibidos.
Una obra puede tener muchos defectos pero ser perdonada si el autor surge como una criatura tan amable como el Sócrates que él creó para sus primeros diálogos. Pero aquí no contamos con esa excusa. Seguramente Platón era un ser lo suficientemente amable como para crear la figura del Sócrates heróico y liberal. Pero si esta figura se evapora, como lo hace en La República, no hay mucho más de donde agarrarse. Sabemos muy poco de Platón, y lo que sabemos no es demasiado atractivo. Puesto en su contexto histórico, encontramos al típico viejo cascarrabias, un aristócrata desencantado, que odia la democracia de Atenas convencido que lo gobiernan la gente equivocada, temeroso de la democracia, siempre despectivo de los artesanos, agricultores y de todos los trabajadores en general, que menospreciaba la ambición de los mismos por obtener educación, siempre con un anhelo por un despotismo militar como el de Esparta.
Pero como siempre sucede con Platón, las cosas no son tan sencillas. Nietzche, ante el hecho de que en su lecho de muerte Platón leía al cómico Aristófanes, decía: "nada me ha hecho meditar tanto sobre la naturaleza secreta de Platón que el hecho que bajo la almohada de su lecho de muerte no había una Biblia, ni nada egipcio o pitagórico, sino un libro de Aristófanes. Cómo podría haber soportado su vida en Grecia sin un Aristófanes?"
Nos contaron que Jesús lloró, pero no que haya reído alguna vez. Con Platón, como con Socrates, la risa está más cerca de lo que parece. Es una buena señal. Quizás el viejo gruñon no es tan gruñon al final de cuentas. Pero la verdad, esto no importa demasiado, porque es el libro lo que nos interesa, no su lejano y oscuro autor. Y siempre pienso que mientras que muchos libros son erróneamente olvidados, no hay libros erróneamente recordados. Por eso debemos esforzarnos para hacer las paces con La República. Necesitamos entender el por qué este libro ha dominado y sigue dominando la imaginación de sus lectores.