Algunas preguntas resuenan en ciertas discusiones en otro blog ¿lo que es bueno para una empresa o sector es siempre necesariamente bueno para el conjunto del país? ¿Las empresas, no planifican? A continuación, mis respuestas tentativas a esas cuestiones
¿Lo que es bueno para las empresas es bueno para el país? No necesariamente, por supuesto. De hecho lo que es bueno para una empresa o sector puede ser malo para otra empresa o sector (ejemplo trivial: el dólar alto, ¡o bajo!) Adicionalmente, la pregunta puede encerrar un malentendido: ¿podemos llegar a suponer que lo que es malo para las empresas es bueno para el país? Seguramente no.
Pero esto no es lo difícil, me parece; lo difícil es definir qué es lo que es bueno para el país. Esa es la definición clave de la cual parte todo el diseño de las políticas de Estado, las regulaciones etc. Esa definición, a mi entender, no es privativa del Estado, pero es el Estado quien debe canalizar las inquietudes sociales y estructurarlas. Y digo el Estado y no cada Gobierno según su agenda e intereses circunstanciales. Mi punto de vista es que esto no ha sido definido con claridad para Argentina. Y que la agenda la debe fijar la sociedad, y el Estado proveer de mecanismos para canalizar esa agenda y hacerla efectiva.
La respuesta a la segunda pregunta, es un si, con matices. La actividad empresarial siempre contiene un grado de planificación. Un porcentaje importante de esos planes es simplemente operativo. Un porcentaje menor lleva el pomposo título de estratégico, y en general se refieren a los objetivos de largo plazo de la compañía y las grandes líneas directrices que indican cómo llegar a esos objetivos. Conozco pocos planes estratégicos realmente exitosos, y todos son sujetos a revisiones periódicas. Y la mayoría de las veces la realidad termina destartalando los planes mucho antes de su vencimiento.
Las empresas más exitosas usan sus planes estratégicos como ejercicio de reflexión de muy bajo nivel de detalle que les permite definir mejor sus planes tácticos y evitar desvíos en la orientación del negocio, pero dan mucha mayor laxitud en la ejecución táctica, que es en donde se hacen y se pierden las fortunas empresarias.
Por ende, concluyo que el Estado debe desarrollar ciertos lineamientos estratégicos pero actuando casi casi como escriba de la sociedad civil. Me resulta difícil pensar que el Estado cuente con el talento, los incentivos y la flexibilidad para, por su cuenta y sin ayuda, definir planes de detalle.
Y muchas veces, en las empresas y en el Estado, lo que se cuenta como resultado exitoso de un genial plan estratégico es simplemente producto del trabajo organizado de mucha gente y una cuota de suerte. Pero como los humanos tenemos una fuerte necesidad de estructurar la realidad para poder comprenderla, nos resulta más cómodo pensar que el plan funcionó, porque es incómodo reconocer el impacto del azar en todos los aspectos de la vida.
A veces pienso que el mejor plan estratégico que se dio el pais es el Preámbulo de la Constitución Nacional.
PD: una coda para explicar mi desconfianza sobre la planificación estatal anabolizada. Los países comunistas, especialmente la URSS, y muchos de los regímenes fascistas (especialmente los militarizados) fueron siempre especialmente adictos a los planes estatales de largo plazo. Todos terminaron mal, a pesar de dedicar ingentes recursos y talentos a intentar planificar la totalidad de la economía, sin opositores y con una completa uniformidad ideológica. No veo por qué ese tipo de esquemas podría funcionar mejor en una economía pluralista
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